Alberto era nuevo en la vigilancia de una conocida torre en la Avenida Bolívar. La extraña llamada lo sorprendió esa noche, cuando en horas de la madrugada sonó la central telefónica, desde la extensión 502.
Le sorprendió que no hubiera nadie en la oficina, era un miércoles de mayo de 2004. ¡Buenas noches!, dijo levantando el teléfono, reinando el silencio al otro lado de la línea.
Aún sorprendido de que hubieran marcado y nadie hubiera respondido, decidió caminar hacia el enorme piso de la torre. Mientras enciende la luz del pasillo, ve que la luz está encendida en la oficina de administración.
A unos metros de distancia nota que la puerta está abierta y oye teclear rápidamente. Se sorprendió porque le dijeron que no había nadie en la oficina. “Si alguien lo hubiera hecho, me lo habrían hecho saber”.
llamada extraña
Cuando entró a la oficina, no había nadie adentro, lo que hizo que su curiosidad fuera aún mayor. “Pero la llamada vino de aquí, no hay nadie adentro, escuchas el teclado y ya no hay nadie”.
Decidió apagar la luz de la oficina y cerrar la puerta, mientras apagaba la luz del pasillo y regresaba a la posición central. Se sirve otro café porque no quiere dormir, cuando de repente el teléfono vuelve a sonar en el silencio de la noche.
Ve el teléfono y es la misma extensión 502, decide respirar hondo y levanta el teléfono pero el mismo silencio vuelve a sorprenderlo. Se apresuró a regresar al pasillo y encendió la luz cuando vio desde lejos que la luz de la oficina estaba nuevamente encendida.
“Cerré esta puerta, y ahora quién la abrió, quién llama”, pensó que era alguien que quería gastarle una broma. Pero no… las oficinas de la empresa estaban completamente solas.
Cuando Wilmer llega a Aponte, otro guardia que iba a liberar a Alberto a las seis de la mañana, le cuenta lo sucedido. “Siempre pasa desde esa oficina, sobre todo cuando el guardia es nuevo”.
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