
“Estamos comprometidos a escuchar y actuar, a construir puentes, no muros, a sanar heridas, a construir un futuro justo y próspero para todos, nuestro compromiso con la reconciliación de Venezuela”
Edmundo González Urrutia
La tolerancia es el precepto moral y político más importante cuya observancia garantiza la convivencia en un sistema democrático. La tolerancia representa el consenso social mínimo necesario para que un gobierno funcione de manera civilizada, evitando claramente el uso de la violencia para resolver conflictos y desacuerdos políticos y sociales. Está determinada por la historia de muchos pueblos con conflictos más sangrientos que el nuestro.
Está claro que una democracia debe tolerarlo todo simplemente porque es una democracia, pero si lo tolera todo, la tolerancia corre el riesgo de morir. Uno es verdaderamente tolerante con los que son diferentes. La tolerancia no es suficiente como actitud pasiva y sólo puede disfrazar la compasión, la empatía o la resignación ante circunstancias abrumadoras.
Llevamos ya cinco décadas sin reconocer la pluralidad de opiniones, pensamientos, convicciones y perspectivas, 25 años irrespetando la diversidad, profundizando las divisiones y enemistades dentro de Venezuela, olvidando que la armonía y la convivencia son categorías fundamentales tanto humanas como políticas.
Durante mucho tiempo se ignoró la máxima que dicta que los derechos de cada individuo terminan donde comienzan los derechos de sus semejantes y que los derechos del Estado terminan donde comienzan los derechos del ciudadano. Y son precisamente los derechos humanos los que constituyen el primer lugar donde se puede identificar claramente la intolerancia; Una autoridad política que no tolera lo que es justo, en lugar de ser intolerante con los derechos de los demás, es tiránica y despótica.
Llevamos 25 años de falta de una lógica dura, que ataca a las ideas, ataca a quienes las expresan. Hemos pasado 25 años de no tolerar a quienes piensan diferente. Sólo se tolera y vemos normal que entre ciudadanos de tendencias opuestas nos refiramos unos a otros como “obstinados”, “teruos”, “molestos”, “aislados”, “víctimas”, “terroristas”, “imperialistas”; “Apátridas”, “golpistas”, “-por nombrar sólo algunos títulos- se descalifican entre sí.
A pesar de todo, el país exige ahora la reconciliación. Así lo declara Edmundo y las encuestas lo confirman; Lo que dicen los estudiantes se escucha en fábricas, escuelas, universidades, barrios y ciudades… y se cita en una corriente política tras otra.
Sin embargo, muchos llevan consigo facturas y reconocimientos que no se saldarán hasta que se haga justicia. Aquí queremos expresar todas las ideas del rojo y el azul, que al igual que nuestra piel, se volverán violetas por un corto tiempo; Pero contribuye al deseo de la mayoría de paz y libertad. La democracia, para funcionar, debe respetar el poder de elegir y para ello sabemos que la existencia de reglas claras, instituciones fuertes que garanticen la elección de las mayorías y, por supuesto, el respeto a las minorías, son esenciales.
Pero esta democracia también tiene hambre de demócratas, el tipo de ciudadanos que están dispuestos a tratar a los demás como iguales y reclamar sus derechos, pero respetando a los demás. Lo volvemos a repetir: basta vivir como una nación dividida, fracturada, sin posibilidad de entendimiento mutuo, por la irracional y desastrosa siembra de ese feroz antagonismo, como si no existiera ninguna posibilidad sobre la cual nosotros, como pueblo, podamos entender. entre sí.
Debemos prepararnos desde este momento, para lograr que la tolerancia, la concordia, la convivencia y el diálogo sean los puntos de acceso que conduzcan a la reconciliación, difícil tarea que todos los venezolanos tenemos por delante.
Lo volvemos a repetir: no se trata de olvidar ni de perdonar, se trata de reconocer cuánto hemos vivido para salir de la prisión del alma, donde esos duros barrotes nublan nuestro razonamiento, quiebran nuestro entendimiento, nos prolongan. La vida es nuestra distancia del resentimiento y la reconciliación.