– La Prensa – Venezuela –
Las personas, como los paisajes, tienen sus altibajos; El viento cincela las rocas, el río a su alrededor Dejando tu huella En cada grieta del abismo, cuyos bordes testimonian el silencio dormido que la soledad abre el camino…
La experiencia sublime de la época del joven al que cariñosamente llamaban Tarugo, la sensación de ser parte de ese paisaje querido, su río, su pesca, el concierto de los pájaros en la madrugada, el paseo por el sendero, el silencio. De ese ambiente, la intensidad de las cigarras en su temporada y la belleza del camino bajo la tenue luz vi filtrarse a través del dosel de infinitos tonos verdes que realzan. La belleza de los árboles En ese rincón mágico que siempre había sido su paraíso inolvidable.
Hubo momentos en los que tuvo que poder volver a tu amada tierra y su atractivo. Ya no cargaba con su mochila, sus herramientas, su gusano, su anzuelo ni la comida que lo había acompañado en sus mejores días. Siempre estuvo orgulloso de los extras del lugar que llevaba en su corazón. Había muchos motivos para regresar, pero el tiempo, la distancia, las responsabilidades familiares y el trabajo lo frenaron hasta que no hubo más tiempo y el cansancio de los años acabó con sus esperanzas de regresar. En el fondo de su río estaban las raíces de su gran cariño…
Lo llamaron con cariño Tarugo, hasta el final tuvo un apodo. Ingeniero de profesión, talentoso, competente y siempre dispuesto a luchar. Su dedicación a la industria y empresa a la que enriqueció y entregó sus mejores conocimientos, su sabiduría y toda su vida, a ellas dedicó sus mejores años productivos, lo hizo esclavo del trabajo, se olvidó de él y en ocasiones de su familia. Era una época en la que los empresarios ricos, entre otros, recurrían a su gran experiencia y conocimiento de la industria harinera cuando necesitaban servicios profesionales, a veces para salvar a sus empresas de la quiebra, el empobrecimiento o la subproducción.
Retrasó sus vacaciones trabajando a un ritmo implacable. Se sumerge hasta el cuello en su mundo laboral. Aunque era productivo y sus poderes estaban en su punto máximo, lo despidieron porque no tenía 30 o 40 años para darle sus poderes humanos máximos. Se sintió derrotado mental, física y espiritualmente por sus maestros a quienes enriqueció inmensamente. La pérdida de su trabajo afectó gravemente su salud.
Todavía está lleno de energía cuando llega la depresión. Poco a poco va perdiendo el interés que le había entusiasmado antes (como ocurre sobre todo con quienes se jubilan porque ya no son útiles para la empresa). Se sumerge en una angustia que le lleva al llanto, la rebelión, el enfrentamiento con sus allegados, la desesperación y el deseo de muerte, síntomas característicos de depresión. La desgracia de llegar a los sesenta o setenta años tiene un alto impacto en la salud en nuestro país…
Atrás quedó lo de sus sueños, su río, su viejo, su vida plena, sus momentos mágicos. El trabajo duro lo llevó a perder la visión de sus sueños.Se olvidó de invertir más tiempo en hacer crecer sus sueños, amar la vida y disfrutar de sus maravillas.
Sus mejores recuerdos siempre fueron los de su juventud. A medida que crecía, sintió que su mayor alegría y el motivo de la lucha de su vida era el nacimiento. Cuatro niños fabulososGracias a su gran ejemplo hoy son buenos profesionales, inteligentes y destacados.
Había una vez un hombre que, a pesar de ser tan ingratitud, se fue al cielo con la cabeza en alto y todo Tus sueños están intactos…
Amanda Niño P.
– La Prensa – Venezuela –