En marzo, la tasa de inflación se situó en el 3,9%, cifra superior a la del mes pasado, cuando los precios cayeron una media del 0,5%, mientras que las tasas de inflación acumulada y anual se situaron en el 7,8% y el 89% respectivamente.
A nivel regional los aumentos de precios fueron liderados por el estado Nueva Esparta con 4,8%, seguido de Julia con 3,9% y Anjoátegui con 3,5%, mientras que la tasa de inflación en Caracas fue de 2,2%. En cuanto a los componentes del índice de precios, los alimentos aumentaron un 4,8%, el transporte un 4,6%, las comunicaciones un 4,2% y los electrodomésticos un 4,0%. Así, los aumentos de los precios de los alimentos explican el 18% de los aumentos generales de los precios.
Esta aceleración de la inflación se dio en un contexto donde la liquidez monetaria se expandió 18,2% mensual y 215% en términos anuales y pese a la estabilidad que mostró el tipo de cambio, que aumentó 0,36% y 29% en marzo respecto a marzo de 2023.
Claramente la política cambiaria, con especial énfasis en 2024, apunta a estabilizar el tipo de cambio y ha podido hacerlo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que dicha política enfrenta riesgos muy importantes si la inflación local no disminuye rápida y significativamente. De hecho, cuando se tiene en cuenta el tipo de cambio real, es decir, el tipo de cambio nominal ajustado por la diferencia entre la inflación nacional e internacional, el problema es claro.
Así, mientras la inflación internacional anual rondaba el 3,5% en marzo, los precios en Venezuela subieron un 89%. Esto significa que los bienes producidos localmente son más caros que los bienes importados, una situación que reduce la competitividad de la economía al tiempo que comprime la demanda agregada y el crecimiento económico. Tarde o temprano habrá que corregir los atrasos cambiarios, como siempre ha ocurrido en Venezuela y en todas las economías cuando los tipos de cambio son insostenibles.
Fuente: Observatorio de Finanzas de Venezuela