Muchas de las bonas de Venezuela, como el “Niño Lindo”, que estuvieron a punto de perderse, fueron recuperadas gracias al esfuerzo de un maestro y sus discípulos en la primera década del siglo XX. Cuando escucho el nombre de Vicente Emilio Sozo lo primero que me viene a la mente es el respeto que le tenía mi abuela Delia. Por eso desde muy pequeño comencé a conocer esta figura casi mítica con bigote de morsa y mirada perdida, porque fue pintado por Reinaldo Colmenares, un pintor vecino a quien mi abuela le confió el retrato de mi abuelo Víctor. Entre ambos se sitúa el Maestro Sozo flanqueado por Guillermo y su hermano Pedro Antonio Ramos, como si fuera un miembro clave de la familia. En la biblioteca familiar encontré unos cuantos libros con su obra e incluso un cómic sobre su vida. También estuvo presente en el álbum familiar. Sabía que era músico, pero su importancia se hizo evidente cuando me interesé en mi identidad como venezolano. Vicente Emilio Sozo nació el 8 de diciembre de 1887 en Guatíre. Reconocido por la Paranda de San Pedro y su “coto de cítricos”, este lugar es cuna de poetas, políticos y dos figuras imprescindibles para comprender la historia musical del país. El primero de ellos fue Pedro Palacios y Sojo, “Padre Sojo”, sacerdote que fundó la Escuela Chacao a mediados de la década de 1780, donde formó a una generación de músicos que vivieron la transición entre la colonización, la independencia y el nacimiento de la República. . Otro sojo, Vicente Emilio –aunque sin vínculos familiares– tuvo la triple tarea de preservar la tradición, formar una nueva generación y modernizar la música académica venezolana. Sojo creció en una familia de músicos. Su abuelo Domingo Castro, además de militar en la Guerra Federal, fue el autor de la canción que contiene: “¡Oligarcas tiemblen, viva la libertad!”, muy utilizada en las últimas décadas. Antes de cumplir los diecinueve años, Vicente Emilio se trasladó a Caracas para continuar sus estudios en la Escuela de Música y Declamación. Vicente Emilio Sojo en una fotografía de 1944 perteneciente a la colección de Delia Díaz Cisneros. Foto: Guillermo Ramos Flemrich Bono: entre lo divino y lo profano Era el primer día de diciembre de 1999 cuando mi padre recibió una llamada de mi abuela pidiéndole que la acompañara a la Fundación Vicente Emilio Sozo. Acaban de lanzar un álbum. Aguinaldo venezolano del siglo XIXUna recopilación de 28 canciones grabadas por Orphan Lamas bajo la dirección del Maestro Sojo. A los pocos días pude revisar el disco con ella, mi padre y mis tíos. Esas son las canciones que escuché en la escuela, en la televisión. Entonces le pregunté: ¿Cuál es la especialidad de este álbum? Mi abuela se sentó a mi lado y juntas abrimos el cuadernillo insertado en el estuche y ella empezó a leerme. En un breve ensayo, el musicólogo Felipe Sangiorgi nos dijo que la tradicional bonanza navideña venezolana tiene su origen en los villancicos españoles, pero adquirió características propias en el siglo XIX. Bonus toma elementos de la danza y la contradanza; Luego se mezcló con el esquema rítmico de merengue y guasa; Y para lograrlo incorporó instrumentos populares. De igual forma, se pueden dividir en dos grupos: “divinos” – “cantamos de alegría”, “nació el salvador”, “noche maravillosa” – y “impíos” o fiesteros – “si hay prójimo”, “tuntún”. ” , “Fiesta”-. El auge del bono venezolano se inició en la última década del siglo XIX gracias a los trabajos de Ricardo Pérez, Rogerio Caraballo, Ramón Montero y Rafael Izaza. Aunque se desconocen los autores de canciones populares como “Nino Lindo” o “La Día” (Desde, desde, desde, es hora de partir…) Porque, como estaban en su apogeo en las noches festivas de diciembre, con grupos que se reunían para tocar en las plazas e iglesias de nuestros pequeñísimos pueblos, los bonos parecían fuera de lugar en la Venezuela rápidamente cambiante del siglo XX. . A medida que el país avanzaba hacia la deseada modernidad, su pasado rural fue descuidado. En 1928, el gusto de imitar a un coro cosaco que visitaba Caracas llevó a Vicente a encontrar al Orfeón Lamas con Emilio Sozo, Juan Bautista Plaza, los hermanos Calcano y Moisés Moleiro. En 1930 presentaron su primer concierto oficial y al mismo tiempo fundaron la Orquesta Sinfónica de Venezuela. En un principio se dedicaron a interpretar piezas del repertorio clásico del público y algunas composiciones propias. Para entonces Sojo ya era un Himno de Bolívar (1911); El masa colorida (1923) y La Palabra de Cristo en el Calvario (1925), entre los más destacados. En la Escuela Superior de Música fue mentor de la generación que produjo tal trabajo. Cantata criolla (por Antonio Estévez), Margarita (por Inocencio Carreño) y Santa Cruz de Pacairigua (por Evencio Castellanos). En el contiguo palacio de Santa Capilla se formaron músicos como Blanca Estrella de Mescoli, Antonio Loro, Angel Sos, Gonzalo Castellanos, Teo Capriles, Víctor Guillermo Ramos, Rajes Hernández López y Pedro Antonio Ríos Reyna. Estos fueron algunos de los representantes de la llamada “Escuela Nacionalista” en la música académica venezolana. Rescata al “niño hermoso”. No sé si Sojo pensaba en tender un puente entre tradición y modernidad cuando, en 1937, comenzó a recopilar, transcribir y armonizar con sus discípulos canciones populares venezolanas del siglo XIX y principios del XX. En esta obra logró salvar unas 200, cincuenta pertenecientes a la colección de aguinaldos. La misión era conservarlos lo más fieles posible a las intenciones de sus autores y a cómo fueron interpretados en su época. Para ello se apoyó en su alumno Evencio Castellanos, quien necesitaba detalles sobre el piano. El 24 de diciembre de 1938, en Santa Capilla, Sojo dio su primer concierto con los Lamas Huérfanos, dedicado al bono venezolano. Desde hace dos décadas fue tradición realizar tres presentaciones anuales: la primera el 20 de diciembre en la Escuela Superior de Música y las otras el 25 de diciembre y 1 de enero, en la Basílica de Santa Teresa. Hubo presentaciones especiales fuera de la capital. Después de casi una década de trabajo de campo y revisión de manuscritos, Sojo publicó el primer cuaderno. Bono popular y venezolano para Nochebuena (1945), con fragmentos recolectados en San Pedro de los Altos, Estado Miranda. Un segundo cuaderno apareció al año siguiente y las canciones comenzaron a calar y fueron interpretadas por nuevos grupos y solistas, dejando a un lado el olvido y convirtiéndose en un referente de la Navidad venezolana. El escritor cubano Alejo Carpentier decía en 1951: “Venezuela tiene la suerte de conservar una tradición que viene de muy lejos, y que hubo músicos que se aplicaron con el tiempo a anotar, armonizar, editar, lo que debilitó una tradición oral. Perdida. , irrevocablemente, a otro país.” Revisando las fotos del cuadernillo con mi abuela, encontramos una donde aparecía el coro completo. En un extremo de la segunda fila hay una chica que se parece a él. Bueno, era ella. Aunque por poco tiempo, mi abuela Delia fue parte del Lama Huérfano, y allí conoció a mi abuelo Víctor Guillermo. Resulta que el padrino de la boda fue el Maestro Sojo. La admiración y la devoción por su imagen siempre estuvo presente entre ellos. Vicente Emilio Sozo, Una de las dos artes: la música y vivir con dignidad, como Ramon J. Según lo define Velázquez, viajó por primera vez a Europa cuando llegó a una edad avanzada y dio inicio a la democracia en 1958. Senador electo. Murió el 11 de agosto de 1974 a la edad de 86 años. Si lo que escuchamos en la infancia es cierto, entonces seguramente en diciembre fue a cenar al cielo, invitado agradecido a salvar la voz de “Pretty Boy”. Nochebuena. Te interesa leer: El patrimonio cultural de Carabobo es dado a conocer por la Coral Filarmónica “Federico Núñez Corona” La Prensa – Venezuela / Cinco 8 / Guillermo Ramos Flamerich
El bono de “niño listo” que rescató Vicente Emilio Sozzo

Redacción - La Prensa ve
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