“Señor, por favor escúchame / Porque estoy muy triste y pobre”
el año 86:1
Venezuela atraviesa actualmente uno de sus momentos más oscuros pero también está haciendo un esfuerzo inmenso por revivir su vida política. El movimiento producido por el sector educativo en varios niveles junto con otros sectores laborales y sociales, va sumando un espíritu común de rechazo y protesta frente a una dirección económica y política irregular, distorsionada y desviada impuesta por el gobierno nacional. Una miseria, el hambre y una terrible emigración nos han llevado a una tierra desolada. Estos también han sido superados y aluden al olvido de la presencia y protagonismo de los partidos políticos que se han convertido en una especie de maleta vacía y sin uso de contenidos populares. , obligándolos a revisar sus razones esenciales de existir.
Por un lado, el descontento provocado por la violenta devaluación de la moneda, los salarios de miseria, los dolorosos servicios básicos que deterioran la calidad de vida y, por otro, el cobarde silencio del gobierno con argumentos fútiles, han marcado un período intenso. Crisis que provoca una grave debilidad del cuerpo social.
Actualmente no existen en Venezuela dos partidos de oposición con una visión común o aproximada de lo que ocurre y una posible salida al caos, incapaz de consolidar el poder, en una combinación efectiva de proyectos de país. Estas fuerzas opuestas, con su feroz lucha interior, por dedicarse al enfrentamiento, les impiden actuar abiertamente ante el desastre propuesto. Por su parte, las separaciones de los cargos de gobierno sólo pueden ser consideradas como tales, sin efecto alguno, lo que significa sólo descontento, hasta ese punto.
Es el viejo mal del país. Uno es sistemáticamente opuesto, como lo es uno, gobernador sistemáticamente perfeccionado. Por lo tanto, no es muy difícil adoptar las dos actitudes. No es la tarea de definir la responsabilidad lo que preocupa hoy a muchos compatriotas. Ya lo dijo en su momento el gran pensador Teodoro Petcoft: “Hoy en Venezuela el mundo entero se define contra algo”.
Sin embargo, este período de crisis no es exclusivamente un fenómeno económico. La razón principal es la política. Esto no quiere decir que exista una sola realidad, o por el momento, una única solución a este problema. Pero es innegable que existe un estrecho vínculo entre ellos. Nuestra crisis política no puede resolverse sin la participación de una diversidad de las clases sociales más decisivas directamente afectadas por el desenlace de la crisis económica. No se trata, pues, de una simple cuestión de inflación o de ausencia de control de precios o de autoridad supervisora, ni es posible concebir la economía desde una perspectiva exclusivamente teórica. La Federación de Cámaras Comerciales (Fedecámaras) tiene que resolver el problema social, más que una cuestión de carácter financiero. Y no serán los gritos del autoritarismo oficial ni de la oposición, quienes propongan tal solución.
Nuestra realidad política se presenta en este momento, profundamente afectado por la crisis económica, a merced de la diversidad de su termómetro comercial. El pánico causado por la sobrevaluación de la moneda condujo a medidas de emergencia, una acción gubernamental rápida, más o menos temporal pero ineficaz. Uno de los problemas financieros más reconocidos es la estabilidad. No hay desacuerdo sobre este punto por parte de los elementos más directamente interesados o comprometidos por las fluctuaciones violentas del tipo de cambio. Pero la estabilidad no es precisamente un recurso que se pueda poner en práctica de inmediato, ni su implementación en la actualidad contribuirá a solucionar el problema. Tal enfoque obviamente conduciría al resultado opuesto.
El verdadero origen, los factores determinantes de los conflictos internos se encuentran en la defectuosa organización de su economía, en el lento proceso de su desarrollo comercial. Un régimen tipo minestrone aplica fórmulas capitalistas con teorías y discursos socialistas, debido a la aplicación irracional que obra con su desarrollo anormal. Aplica una analogía a un sistema feudal que no es ni propio ni ninguno de los dos conceptos. Las técnicas capitalistas modernas a menudo se encuentran con elementos antiguos que han sido descartados o descartados en nuestro tiempo. Desigualdad de ritmo, imposición, falta de seguridad jurídica no dan otros ejemplos. Todavía es significativo tratar de llegar a una etapa de disfraz socialista pero por aplicación capitalista, sin abarcar la etapa industrial, hoy destruida por la expropiación, es necesario, aplicando la libre competencia, suprimiendo el exclusionismo, el estatismo y los monopolios, las leyes del mercado de modernidad.
Lo importante de este momento es la situación de decisión que exige organizarse, buscando una salida rápida. No se trata de transitar conflictos por largos períodos de tiempo sin resultados satisfactorios. Hoy debemos fomentar la unidad en la diversidad, a partir de un objetivo común: el cambio de gobierno, siempre según el proyecto de un único país. Este momento pionero de rechazo mayoritario de la sociedad civil no se puede desperdiciar, se debe llevar adelante con una visión de unidad nacional.