¡Salve, César, saludo moribundo!
Suetonio
¡debe ser una broma! Recuerdo estar frente al televisor, estirando los brazos y estornudando, sin creer que me estaba muriendo. Estoy sudando de tristeza. El celular vibra. Yo participo. Informa que el camino es peligroso, enfermo. Aprecio la voz de fondo, antes de pasar a otro metro cuadrado, con la misma incompetencia, con la que pierdo la vida. Algún mueble, y alguna mesa, Dan la impresión de ser un refugio para un animal moribundo, pero no un hombre enloquecido y suicida..
El perchero, la trompa de un ciervo boreal, escolta al sillón, que, en paralelo, hace las veces de restaurante, centro de estudios, cine, teatro del absurdo y a veces, en ocasiones, lujoso sillón de descanso. Evalúo el lugar probando los fondos y su poder me cautiva hasta un grado desconocido. La voz imita la de un ventrílocuo. Más allá, la estufa de café resucitada, Con la olla en la sartén, Y en el ordenado armario, El principio del buen gusto, Y la filosofía del temperamento, Maldigo La fina puntería del corte del avaro, Para este dueño de sí mismo . Los resultados escatológicos de mi vida.
Llega muerto a la agencia, por un trabajo mínimo. Vendo todo, y eso me incluye a mí. La silla mantiene una variedad de funciones: como gala de editor, como chaise lounge de fiesta, como buffet de adivino, como escritorio de clase, como estante donde calculo ondas hertzianas. Gasto poco o nada porque no tengo nada que ver. El encarcelamiento es mi única moneda. El periódico perturba la paz: Decapitación de una mujer delante de su familia por olvidar su burka ¿Vale la pena el coraje de ser mujer??; Veo el stock de brutalidad sin cabeza ni cola porque la catástrofe humana no es en modo alguno insustancial. Debes pagar por tus crímenes. Me acerco a la cámara, descalzo, al tacto de la lámpara, mirando el pulso de la oscura caja de rodaje; Elijo cualquier cosa menos caer, reservarme y entrar en la gracia, quién sabe qué Dios se sienta detrás del Edén e indiferente al suelo cálido donde me espera el destino. No le tengo miedo a la oscuridad. Pero eso sí, al diablo escondido nadie sabe a qué vino ni a qué infierno está sujeto. Atajo del proverbio irlandés por fin: Si no estás confundido, no sabes lo que está pasando…
Encuentro igualdad, en otros países del mundo. No dispuesto a morir biológicamente, soy la víctima. A través del quiasma conectado, cambio de canal. aprobar, perro andaluz de buñuel. Lo que parece ser un perro como yo. La imagen cubre el cristal como un sarcófago en llamas. El redentor que no se levanta en la duda y no cae, Él pone sobre la mesa, que no paga la harina, Y es el crepúsculo el que nos mira, Posición de pole.
Por un camino de ida y sin retorno, el olmo vital perfora y trepa como la hiedra sobre pilastras o bahías de madreselva. Siento la vulgaridad sintética de la duda. Aterrada, me quedo en silencio. El programa llegó sin convicción, como un manifiesto de prudencia y absolutismo, como un canto de sirena. Sin más me quedo dormido, bajo al vacío de la oscuridad, es decir detrás de la silla de Yanta, en la oficina del gerente, en el recipiente del pan duro, de la cama que no sabe de mí, si no me extiendo. Sobre los sudarios del olvido, a su vez derrotado, Siervo de la sombra y del secreto, de la virtud maldita y de la esperanza muerta, me levanto y grito con frenesí, en cierre despiadado, en silencio cruel y en la oscuridad total de la casa. . ¡Los que van a morir, os saludan!
Marcantonio Fales Carreño