– La Prensa – Venezuela –
Los colegios electorales en Uruguay abrieron sus puertas el domingo y comenzaron las elecciones generales, donde los uruguayos decidirán entre la continuación de la actual coalición de centroderecha -hoy liderada por el Partido Nacional del actual presidente Luis Lacalle Pau- o un regreso al poder desde la izquierda.
Unos 2,7 millones de uruguayos han sido llamados a las urnas para elegir presidente, vicepresidente, senadores y diputados, y además, una campaña electoral ha decidido dos referendos clave sobre inseguridad y pensiones que los votantes no acabaron creyendo.
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En la primera hora, la jornada transcurrió tranquila y sin mayores incidentes, con algunos colegios electorales registrando colas antes de abrir sus puertas.
El expresidente José “Pepe” Mujica emitió el primer voto cuando comenzaron las negociaciones. El expresidente llegó en silla de ruedas a un colegio del barrio Cerro de la capital uruguaya y fue asistido por algunos asistentes.
En declaraciones a los periodistas tras emitir su voto, Mujica, uno de los líderes históricos del tradicional bloque de izquierda Frente Amplio, lamentó que la campaña electoral haya sido “un poco confusa” y reiteró su compromiso con la democracia.
“Tenemos que apoyar la democracia, no porque sea perfecta, sino porque hasta ahora la gente no ha inventado nada mejor”, afirmó.
También reconoció la apatía que dominó la campaña y consideró que ganarse el interés de los votantes más jóvenes era un desafío que la clase política debía abordar. “Si los jóvenes no captan, entonces estamos confundidos. Si no captan es porque no nos enamoramos de ellos, porque apestamos. Si hay una oferta de la que se enamoran, gurusera ( muchachos) irán allí.”
En medio de una dura campaña y una apatía generalizada, el voto de los ciudadanos indecisos será crucial para la izquierda, que ha gobernado durante 15 años consecutivos y aspira a regresar al poder después de perder en 2019 y no lograr obtener la simpatía de los votantes ni siquiera para el gobernante Partido Nacional.
El analista político Julián Kanarek dijo a The Associated Press: “Esta es una campaña muy alejada del pueblo, que históricamente ha alcanzado niveles de movilización en Uruguay, donde la afiliación al partido es la más alta de América Latina”.
Unos días antes de la votación, las principales encuestas indicaban al izquierdista Yamandú Orsi y a su compañera de fórmula Carolina Cos como favoritos y al opositor Frente Amplio con más del 40% de los votos. Le sigue el candidato del Partido Nacional, Álvaro Delgado, con entre un 20% y un 24% de apoyo, y en tercer lugar, Andrés Ojeda, abanderado del conservador Partido Colorado, entre un 12% y un 17%.
Para ser elegido, cualquier candidato presidencial debe recibir más del 50% de los votos válidos, en los que los votantes indecisos, que representan entre el 10% y el 14%, juegan un papel importante. De no conseguirlo, los dos candidatos más votados se enfrentarán en una segunda vuelta el 24 de noviembre.
El mismo día se celebrarán también dos referendos en los que la votación, a diferencia de las elecciones presidenciales, no es obligatoria.
El primero, apoyado por el partido gobernante, aborda las crecientes preocupaciones sobre la inseguridad y pregunta si debería levantarse la prohibición constitucional de las redadas policiales nocturnas en viviendas. Hasta ahora, los allanamientos domiciliarios sólo estaban permitidos durante el día y por orden judicial.
La segunda sugerencia popular, más controvertida, es una reforma de las pensiones promovida por la confederación sindical y grupos sociales que quiere restablecer la edad de jubilación a 60 años, recientemente elevada a 65 por el gobierno de Lacelle Pau.
También propone equiparar el monto de las jubilaciones y pensiones al valor del salario mínimo nacional y, en el punto más controvertido, excluir a las administradoras de fondos de pensiones privadas de cotizar únicamente al sistema público, lo que ha desatado un acalorado debate por sus potenciales ingresos. costos. . “Es un referéndum complicado porque ni siquiera la izquierda está de acuerdo”, dijo Kanarek.
Las encuestas auguran una victoria del Frente Amplio que, de confirmarse, regresará al poder después de cinco años y al mando del país de 2005 a 2020.
Sin embargo, en medio de la apatía de los votantes, ninguno de los candidatos logró destacarse de manera decisiva.
Si, por un lado, la elección de Lacalle Pau en 2019 representa un punto de inflexión después de 15 años de gobierno del Frente Amplio, el carismático presidente -que dejará la presidencia con una gestión aprobada por el 50% de los uruguayos- no puede ser reelegido. elegido y perderá su capital político. El heredero no pudo pasar a Álvaro Delgado.
A esto se suma la participación cívica que alcanzó su nivel más bajo en junio pasado, cuando los partidos eligieron candidatos que no estaban obligados a votar durante las primarias. Sólo el 35% de los votantes acudió a las urnas, la tasa más baja de la historia.
Los expertos atribuyen esta baja lealtad y movilización popular a que los ciudadanos no consideran que éste será un ciclo electoral con “cambios fundamentales”.
Los proyectos de los dos principales bloques rivales son similares y comparten su eje central de mejorar la competitividad del país, reducir la brecha económica y reducir la tasa de pobreza infantil en Uruguay, donde uno de cada cinco niños vive por debajo del umbral de pobreza.
A diferencia de otros países como México, Brasil o Estados Unidos, la política en Uruguay, una de las economías más estables de América Latina, se desarrolla “a través de debates de sutilezas más que de extremos”, dice el político Agustín Canzani. “Es un vaivén entre un bloque de centro izquierda y un bloque de centro derecha” que, dice, ha caracterizado el panorama político “durante al menos las últimas dos décadas”.
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